Imagen de archivo del Patronat de la Vall de Boí. Autor: Òscar Rodbag
A principios del siglo IX, la Vall de Boí formaba parte del condado de Pallars-Ribagorça, pero este condado se dividió en tres:
- El condado de la Ribagorça
- El condado del Pallars Jussà
- El condado de los Pallars Sobirà
La Vall de Boí quedó integrada principalmente en el condado de la Ribagorça y el año 1025 pasó a depender del condado del Pallars Jussà. Durante aquel tiempo fue cambiando de manos según las disputas territoriales que había entre los condes de aquella época. Hasta que en el siglo XII, la Vall de Boí quedó adscrita en el condado del Pallars Jussà.
Sabías que...
Gracias al intercambio entre los condes del Pallars Jussà y el del Pallars Sobirà, sabemos que la iglesia de Erill la Vall fue vendida el año 1064 por los condes Artau y Llúcia del Pallars Sobirà a Ramon IV y Valença del Pallars Jussà, junto con otras posesiones.
Un valle disputado
La Vall de Boí durante la edad mediana vivió situaciones de disputa a causa de los casamientos entre los condados, las herencias que dejaban a los hijos y los pactos que se hacían entre miembros de diferentes condados.
Además de las disputas del ámbito político, las iglesias de la vall también estuvieron en medio de conflictos entre el obispado de Roda y el obispado de Urgell. Inicialmente las iglesias pertenecían al obispado de Urgell y desde el siglo X, estuvieron adscritas al obispado de Roda.
Estas disputas se resolvieron en el año 1140, cuando la mayor parte de las iglesias que se encuentran en la Vall pasaron a depender de la diócesis de Urgell, solo la iglesia de la Assumpció de Cóll quedó dependiente de Roda.
Los principales conflictos de la Vall de Boí
Durante la edad media los hijos de familias nobles ejercían de caballeros bajo el servicio de un señor feudal. Los caballeros se encontraban ligados a un contrato de fidelidad, en el que se debían a las guerras privadas que iniciaban sus señores nobles combatiendo encima de sus caballos, con el objetivo de conseguir nuevas tierras, oro y piedras preciosas.
En la Vall hubo muchos conflictos entre los diversos condados, la mayoría de los cuales se solían solucionar con la intervención bélica de los caballeros a favor de los privilegios y las órdenes de sus señores feudales.
Una arquitectura sin arquitecto
A pesar de que en la edificación de iglesias los artistas eran considerados simples artesanos, había dos figuras que destacaban y eran más valoradas socialmente gracias a su función intelectual:
- Los maestros arquitectos: a la hora de construir edificios e iglesias, el maestro era el encargado de dirigir la construcción y los grupos de artesanos. Él era el escultor principal de la obra y guiaba al resto de escultores. Los maestros eran conocedores de muchos modelos arquitectónicos, poseían conocimientos de aritmética y geometría, se encargaba de calcular las proporciones del edificio, las medidas de los contrafuertes, de los arcos y de las vueltas.
- Los clérigos: en la época de construcciones románicas, eran casi los únicos que sabían leer y escribir, y es por eso que a menudo se encargaban de definir lo que se denomina el programa iconográfico, donde tenían que decir cuáles serían las pinturas que decorarían el interior o el exterior de las iglesias.
A la hora de hacer las construcciones se agrupaban muchos grupos de constructores, como son las agrupaciones de artistas. Los artistas se agrupaban en grupos o cuadrillas, las cuales eran itinerantes, puesto que en un mismo pueblo no había nunca suficiente trabajo para mantener una estabilidad de artistas. A pesar de que, según la magnitud de la construcción, podían estar varias décadas en el mismo lugar de trabajo.
Hay que destacar que las construcciones románicas, como las de las iglesias de la Vall de Boí, conseguían movilizar una gran cantidad de personas y podían llegar a durar muchos años, además implicaba a varias generaciones de artistas o diferentes tipos de artes arquitectónicos.
Las cuadrillas que trabajaban se organizaban en el terreno a alrededor de la construcción, incluso a menudo montaban toldos para trabajar protegidos de las inclemencias del tiempo.
El momento de la consagración
La consagración de una iglesia, normalmente era oficiada por un obispo. Este acontecimiento era un acto litúrgico muy importante donde se anunciaba la dedicación del edificio a Dios, era el momento a partir del cual los fieles podían utilizar la iglesia para celebrar el culto en su interior.
A la hora de celebrar la consagración de la iglesia estaba todo el mundo invitado, desde los más humildes del pueblo hasta campesinos y nobles. Al altar se encontraba el Obispo que era el encargado de dirigir la ceremonia y cerca suyo los clérigos, los condes, los nobles caballeros y los comitentes que disfrutaban de este lugar predilecto y privilegiado durante la celebración.